viernes, 6 de agosto de 2010

Mis batallitas desde el taller*


Mayo de 1984, es mi comienzo en el taller de preimpresión de MARCA. Marca, que hasta esa fecha era propiedad de los Medios de Comunicación del Estado, sale a subasta y lo compra una empresa privada, Punto Editorial, propietarios a su vez de Telva y Actualidad Económica; compran la cabecera y maquinaria, pues al ser el edificio propiedad del Estado, les dan un plazo de dos años para desalojar las instalaciones; y el personal, al ser funcionarios del Estado, se ven en la necesidad de contratar personal para todo el periódico, la forma de contactar con lo que va ser la plantilla es: el que conocía a alguien del oficio lo decía y le llamaban, así fuimos entrando los primeros y el sistema siguió funcionando hasta que se completó la plantilla, llamándonos unos a otros. Me encuentro con un equipo de gente joven y alegre, allí estaban Cañón, Pedrito, Luisito “el Pendientes”, “el Hermano” Julián, “el Maestro” Carlos, Antonio Añares, Pepe, Rafita, Edu “el Niño”, “el Ingeniero”, “el Soso”, “Chamade”, Goyo, Ángel el Motorista”, Miguel Mira el Putaditas”, etc., etc.

En seguida se puso de manifiesto un pique sano, entre taller y redacción. El taller lo considerábamos el principal puntal del periódico y ejercíamos como tal, por eso cuando llegaba Belarmo con los “pitufitos” (hoy becarios) y con su vozarrón les decía: “Aquí es donde se empieza el oficio, manchándose las manos”, le vitoreábamos y aplaudíamos y siempre había alguno que le daba una caja con restos de tóner de la fotocopiadora, para que se las mancharan.

Cuando venían al taller tenían que tener cuidado, por que las “putadillas” eran el pan nuestro: como cuando “el Putaditas” le echó purgante al botijo y tuvieron una noche coreana todos los que bebieron de él. La culpa se la llevó “Cipri”, que por entonces hacía bocadillos y ese día había traído boquerones en vinagre.

O cuando se le hizo un agujero al botijo debajo del pitorro, fue a beber el mismísimo Luis Infante (por aquel entonces, el más temido, y además director del periódico), se puso la corbata de seda perdida de agua y cogió un monumental cabreo.

También hacíamos a los nuevos (y no tan nuevos) “la foto de enviado especial”. Teníamos una cámara para reproducir originales horizontal y bastante grande, a la “víctima” le poníamos en la parte del porta-originales sentado en una banqueta y uno de nosotros detrás de el con las manos llenas de tóner negro, el fotógrafo le iba diciendo: “súbele la barbilla, échale la frente para atrás, gírale la cabeza hacia un lado, no tanto no, hacia el otro”, y así poco a poco se le iba poniendo la cara negra, entonces se encendían los focos de la cámara y le teníamos un buen rato así, sin moverse hasta que le caían los chorretones de sudor.

Otra era ir a por la “jota de dos puntos”, estaba toda la tarde dando vueltas de un lado para otro con una caja con un peso considerable, siempre a quien se la llevaba le mandaba a otro lugar.

Por cierto alguno todavía estará buscandola ¿no, Txetxu Ugalde?.

Y tantas y tantas "putadillas" como se hacían, como la de echar tóner negro en los secadores de las manos del servicio de las chicas. Pues, con todo, nadie se cabreaba y todos nos llevabámos bien, mejor que ahora, que lo que parece es "la oficina siniestra".

Cuando se cerraba el periódico se acababan los “piques” y nos reuníamos todos alrededor de la mesa de Belarmo para escucharle contar historietas, y hasta a Jesús Ramos (subdirector, por aquél entonces), se quedaba con la boca abierta.

Como dijo Paco Molina en una columna rememorando: “Eran otros tiempos”.

* Taller de Preimpresión de MARCA de mayo 1984 a noviembre 2007.

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