Fuente: Franz Hinkelammert. Es un economista, filósofo
y teólogo alemán, nacido (1931) y formado en Alemania pero radicado en
Latinoamérica (Chile y Costa Rica). Amigo e inspirador de casi todos los
teólogos de la liberación, es tal vez el menos conocido directamente en España.
Hoy, sumidos en la profunda crisis que necesitamos entender, me he decidido a
ofrecer el texto completo de uno de sus últimos artículos, publicado en Grupo de Pensamiento
Crítico. Es un texto largo pero no lo he querido recortar ni dividir en varias
entregas. Administre el lector el tiempo dedicado a su lectura,
apoyándose, si quiere, en los resaltados que hay introducidos en él. Pero no
reduzca a ellos. Aconsejo leer el texto en su totalidad. Seguro que encontrará
claves de interpretación que van más allá de lo que generalmente se lee en
otros:
Vivimos en
una economía que depende del crecimiento, pero cada vez se hace más obvio que
el crecimiento está llegando a sus límites.
Las amenazas
globales
Estamos enfrentados a tres
grandes amenazas globales concretas: la exclusión de la
población, la subversión de las relaciones sociales y la amenaza a la
naturaleza. Sin embargo, la mayor amenaza es otra: es
la inflexibilidad absoluta de la estrategia de globalización.
Es, de hecho, la verdadera amenaza. Lo es porque esta amenaza hace imposible
enfrentar las otras amenazas mencionadas.
Se trata de una
estrategia que de ninguna manera es un producto necesario de un mundo hecho
global. En realidad, la estrategia de globalización es completamente
incompatible con el hecho de que el mundo ha llegado a ser un mundo global. Ese
es el verdadero problema. La estrategia de globalización destruye un mundo
hecho global y es incompatible con la existencia de este mundo.
El mercado no es un
sistema autoregulado. Las tal llamadas fuerzas de autoregulación del mercado no
existen. Lo que hay es una determinada autoregulación de mercados
particulares, no del mercado en su conjunto. El mercado como conjunto no tiene
la más mínima tendencia al equilibrio, sino tiende siempre de nuevo y
sistemáticamente a desequilibrios. El mercado es pura voluntad del poder.
Las mencionadas amenazas
globales concretas son desequilibrios del mercado. A favor de ciertos
equilibrios financieros estas amenazas globales son sistemáticamente
aumentadas.
La política del
crecimiento económico muestra todavía otro lado: cuanto más se insiste en una
ciega política de crecimiento, tanto más son aumentadas las amenazas globales
y, como consecuencia, se sacrifica cualquier política que intenta enfrentarlas.
Esa es la lógica de la estrategia de globalización.
La estrategia de
globalización se presenta a sí misma como política de crecimiento, pero no es
simplemente eso.
Hay que recordar
solamente las características de esta estrategia para mostrar lo que es. Es la
comercialización de todas las relaciones sociales, es la privatización
como política, que obedece solamente a principios sin consideración
mayor de la propia realidad. Por eso ni pregunta dónde la privatización sería
la solución más adecuada y dónde precisamente la propiedad pública resulta la
mejor solución. El hecho de que la privatización del Metro en Berlín (S-Bahn)
arruinó este metro, no es ningún argumento en contra de su privatización. No
hay argumentos en contra de determinadas privatizaciones porque solamente hay
artículos de fe. Según esta fe, todas las esferas de la vida tienen que
ser sometidas al mercado, lo que significa usarlas para inversiones
del capital. No solamente cualesquiera de los servicios públicos, también las
cárceles y los ejércitos. Por supuesto, igualmente el sistema de educación, el
sistema de salud y del seguro de vida.
Eso se presenta como si
fuera política de crecimiento, pero es obvio que es principalmente una política
de acumulación total de capital.
En nuestro idioma
orwelliano todo es lo mismo: la globalidad del mundo, la estrategia de
globalización y la totalización del mercado y de la acumulación del capital.
Con esto, también el sometimiento de todas las decisiones bajo el cálculo de
costos y utilidades.
Lo que no se puede
percibir, es la contradicción fundamental de nuestra sociedad actual: se trata
de la contradicción entre un mundo hecho global y la universalización de esta
estrategia de globalización.
Esta política de
maximización del crecimiento ha llegado hoy a sus límites. Lo que anunciaba el informe del Club de Roma en 1972
bajo el título “los límites del crecimiento”, se ha hecho real hoy. La crisis
de 2008 no es simplemente una crisis del sistema financiero, sino el comienzo
de una crisis producida por los límites del crecimiento que se hacen notar
constantemente y que no tiene remedio. Lo que se da es la rebelión de
los límites.
La crisis de 2008
estalló después de un extraordinario aumento del precio del petróleo. Eso
llevaba a dificultades de pago, que obligaron a la venta de títulos
financieros, los cuales resultan ahora no tener casi valor en el mercado. Eso
llevó a una crisis financiera en la cual colapsó la burbuja financiera del
sistema financiero. Los límites del crecimiento llevaron a esta crisis
financiera, que se reforzó a sí misma por el hecho de que todo el sistema
financiero resultó corrupto porque se basaba en títulos financieros sin ningún
valor.
Dese 1987 hasta 2007 el
consumo de petróleo aumentó aproximadamente un tercio. Se trata de un aumento
de alrededor de 1.5% con un crecimiento económico de alrededor del 5%. Este
crecimiento no habría sido posible sin el correspondiente aumento del consumo
de petróleo y, por eso, sin un aumento correspondiente de la producción de
petróleo. Volver a un crecimiento parecido del consumo de petróleo en los
próximos 20 años parece más bien imposible. En cuanto que todavía no hay un
sustituto importante para el petróleo, parece entonces también imposible un
crecimiento del producto social mundial de este tamaño.
No solamente el
petróleo marca límites. En todos
los sectores de la economía aparecen productos imprescindibles para un proceso
de crecimiento comparable que se ponen escasos sin que se encuentren sustitutos
adecuados con la velocidad necesaria. Igualmente cambia la situación mundial de
partida. La crisis del clima definirá cada vez más límites de
este proceso de crecimiento, que en algún momento tendrán que ser tomados en
cuenta.
La búsqueda de
sustitutos para el petróleo tiene inclusive consecuencias perversas. Hoy la producción agraria todavía aumenta, pero la
producción de alimentos tiende más bien a la baja. Maíz, soya, aceite de palma,
azúcar y muchos otros productos son transformados en combustible para
automóviles. En los Estados Unidos es el caso de más de un tercio de la
producción del maíz. En el siglo XVI se decía en Inglaterra: las ovejas devoran
a la gente. Esta situación llevó a un terror tal frente a la población
expulsada del campo, que el robo de una gallina fue castigado con la pena
capital. Hoy tendríamos que decir nosotros: los automóviles devoran a la gente.
Lo autos tienen altos ingresos, los hambrientos en cambio no tienen ningún
poder de compra. Lo que hoy se entiende por acción racional es que los autos en
nombre de la acción racional tienen que tener preferencia. El concepto de
racionalidad de nuestra vigente teoría de la acción racional es perfectamente
perverso.1
Por esta razón parece
difícilmente posible mantener un nivel de crecimiento como en las décadas
pasadas. Lo que se puede esperar son aumentos del crecimiento a plazos más bien
cortos que pronto volverán a colapsar: una especie de decadencia del sistema.
Esto tiene que tomar en cuenta todos los planes de una reactivación del crecimiento.
Hemos derribado
todos los límites y llegamos hoy a nuevos límites, cuya existencia la humanidad
antes ni sospechaba. El ser
humano resulta ser un ser infinito atravesado por la finitud. Se trata de la
finitud del ser humano, que ha descubierto que es infinito y que precisamente
por eso choca de nuevo con la finitud. Pero no es la finitud del pensamiento
anterior, como p.e. del pensamiento griego.
Las crisis de la
deuda
Hasta ahora hemos
hablado de desequilibrios provocados e inauditamente reforzados por el mercado
de mercancías: la exclusión de la población, la subversión de las relaciones
sociales y la amenaza a la naturaleza. Se trata de desequilibrios de la vida
real. Pero también aparecen desequilibrios en relación al mercado mismo que
refuerzan de manera inaudita los desequilibrios de la vida real mencionados. El
desequilibrio más importante en este sentido resulta de los procesos de
endeudamiento.
Hoy nos encontramos de
nuevo en uno de estos procesos de endeudamiento que esta vez se refiere sobre
todo a los países europeos. El endeudamiento llega a un tamaño tal que se hace
impagable para los países más endeudados. Este hecho de que la deuda se
hace impagable es precisamente el negocio de los bancos. Para las
burocracias privadas de las empresas grandes y de los bancos se trata de la
gran chance. Los países endeudados ahora son pillados sin la más mínima
posibilidad de defenderse. Todo lo que resulta interesante para el
capital ahora es vendido a precios mínimos. Sin embargo, las deudas no bajan,
sino que muchas veces aumentan. Los económicamente más potentes de los
países afectados tienen participación en este negocio, aunque sea solamente
como socios menores. El país que no puede pagar, tiene que pagar por lo menos
lo que puede perdiendo así su independencia. Si se da un límite al
endeudamiento, este límite aparece porque se puede pillar solamente lo que hay.
Se hace el cálculo de la mafia cuando calcula el “protection money”.
Sacará lo más que se puede, pero tampoco demasiado para que se pueda seguir
robando en el futuro. Los países endeudados pierden su autonomía y los bancos
maximizan – como actores “racionales” que son – su protection money.
Hemos tenido una
situación de endeudamiento parecido en los años ochenta en América
Latina. Los ajustes estructurales que se impuso a estos países,
llevaron al pillaje de todo un continente. El estado social fue disuelto en
gran parte y se privatizó lo que se podía privatizar. Se produjo una inaudita
miseria de las poblaciones y una destrucción de la naturaleza más grandes que
en cualquier época histórica anterior. El endeudamiento era la palanca
que hizo posible someter toda América Latina a la estrategia de globalización,
que es ciega y jamás da razones.
Los mismos ajustes
estructurales son hoy impuestos a los países endeudados de Europa, pero los
imponen esta vez los propios Estados de Europa, que lo hacen porque el capital
tiene el poder de imponer esta política a estos mismos Estados. Las
crisis de la deuda se transforman en gigantescos procesos de expropiación,
que conforman una especie de acumulación originaria que acompaña toda la
historia del capitalismo.
No quiero intentar
presentar lo que podría ser la solución. Quiero más bien presentar el hecho de
que en nuestra historia hay un caso, en el cual se solucionó una crisis
de endeudamiento de una manera tal que se evitaba desatar estos procesos de
destrucción. Eso ocurrió en el caso de la crisis de endeudamiento que
resultó al fin de la II
Guerra Mundial. Una crisis de la deuda comparable había
ocurrido después de la I
Guerra Mundial. Sin embargo, en este caso no se buscaba una
solución, sino que se impuso sencillamente pagos máximos sin considerar
siquiera las consecuencias destructivas resultantes. Esta ceguera dogmática ha
sido una de las razones principales para el posterior éxito del Nazismo en
Alemania, que llevó a la II
Guerra Mundial. Ya Keynes, que había participado en las
negociaciones de paz de Versailles en 1919 advirtió sobre el peligro de un
desarrollo de este tipo como consecuencia de la actitud de los ganadores en su
libro sobre estas negociaciones en Versailles.
El tratamiento de la
crisis de la deuda después de la II Guerra Mundial ha sido muy diferente.
Hasta se puede decir que era muy razonable y acertado. Quiero brevemente
sintetizar esta política, para discutir posteriormente por qué ha sido posible
después de la II Guerra
Mundial y por qué hoy no se saca ningún aprendizaje de esta experiencia. Al
contrario, ni se menciona esta experiencia.
En su esencia se trataba
de las siguientes medidas que se aplicaban coordinadamente:
- Se partía de una anulación casi
completa de todas las deudas de Europa Occidental inclusive Alemania. Se
la dio en parte como moratoria de largo plazo. Durante el tiempo de estas
moratorias sobre las deudas no pagadas no se calculaba intereses. Eso se
fijó en el acuerdo de Londres sobre las deudas en 1953.
- Encima de esta postergación del pago se dieron nuevos
créditos sin intereses y sin devolución a largo plazo. Se trata
de los créditos del plan Marshall. Se transformaron en los países
receptores en revolving fonds.
- Se fundó una Unión Europea de Pago
para evitar el surgimiento de nuevas relaciones de endeudamiento entre los
países europeos incluidos. Los desequilibrios de la balanza comercial
entre estos países no fueron financiados por créditos comerciales. Los
saldos positivos de los países más exitosos financiaron los déficit de los
otros países sin cobrar intereses.
- Altos impuestos sobre los ingresos de
capital y los altos ingresos en general. Impuesto de herencia, de
las propiedades.
- Se fundó el Estado social.
Aumentaron significativamente los gastos sociales en lo que se llamó
después el Estado de bienestar. Eso después también se llamaba el rostro
humano del capitalismo.
Ese es el núcleo
de esta política muy razonable que ha tenido un éxito considerable. Sin esta
política, la recuperación económica de Europa habría demorado mucho más.
La pregunta que tenemos
que hacernos es la siguiente: ¿por qué era posible esta política después de la II Guerra Mundial y no
después de la I Guerra
Mundial? Y la otra pregunta: ¿por qué era posible esta política después
de la II Guerra
Mundial, sin embargo, es imposible frente a la actual crisis de la deuda y no
era posible tampoco en los años 80 en América Latina?
La razón debe ser clara.
Estaba empezando la guerra fría en relación con la Unión Soviética y
había partidos comunistas muy fuertes sobre todo en Francia e Italia.
El sistema capitalista parecía amenazado en su propia existencia.
El sistema percibió el
peligro y por eso reaccionó como un sistema global. Eso llevó a medidas
completamente incomprensibles desde el punto de vista de la lógica del
capitalismo, pero se hacen comprensibles como medidas de guerra en la guerra
fría. En este sentido se trataba de una economía de guerra que
interrumpió la lógica del capitalismo en el interior mismo de este capitalismo.
Inclusive los altos gastos sociales desde el punto de vista del poder económico
eran gastos de guerra, en el fondo, dinero botado que había que gastarlo
sencillamente por la razón de que había que ganar una guerra.
El hecho de que se trata
efectivamente de costos de guerra se ve también en que Estados Unidos renunció
al pago de las deudas de la guerra en relación con los países de Europa
occidental, pero no al pago de las altas deudas de guerra de la Unión Soviética
del Lend-Lease-Act de 1941 – alrededor de 10 mil millones de dólares.
Se quería hacer negocio “as usual”. Cuando la Unión Soviética
rechazó esta exigencia, se la denunció por incumplimiento de contrato.
Estas medidas tomadas
limitaron extraordinariamente el poder de la banca y su negocio con la miseria
de las poblaciones. Efectivamente renunciaron y hasta participaron en la
planificación de estas medidas para salvar el sistema. No lo hicieron para
tomar en cuenta las necesidades de la población.
Efectivamente, sin estas
medidas habría resultado algo posiblemente inclusive peor de lo que pasó
después de la I Guerra
Mundial.
Eso demuestra muy
bien que los banqueros, pero también los políticos, saben muy bien la catástrofe
perfectamente innecesaria que origina su política de cobro ciego de la deuda y que igualmente saben muy bien cuál sería la
efectiva y además humana solución de una crisis de la deuda. Escogen
conscientemente el crimen implicado en la imposición del pago indiscriminado.
Sin embargo, hoy no ven
ninguna razón para medidas de este tipo, porque no hay una resistencia
correspondiente. Tampoco vieron ninguna razón para tales medidas durante
la crisis de la deuda de los años 80 en América Latina y en el tercer mundo. En
el tiempo de Reagan se decía eso en los Estados Unidos muy abiertamente: ¿para
qué seguir botando el dinero y botar las perlas a los chanchos, si el peligro
para el sistema ya pasó? Y nuestros medios de
comunicación nos presentan eso todos los días.
Los banqueros y los
políticos saben hoy igualmente muy bien las catástrofes sociales que están
produciendo, pero no ven la más mínima razón para limitar el negocio que se
está haciendo con la miseria de las poblaciones y de la naturaleza. La prueba
para el hecho que todo eso también se ve hoy, está en el hecho de que se veía
eso perfectamente después de la
II Guerra Mundial, pero casi nadie habla. Sacrificamos
vidas humanas y realizamos grandes genocidios y lo sabemos en nuestro
subconsciente. Los economistas inventan cualquier cosa para tener
pretextos y para eso son pagados. Todos saben, pero casi todos respetan el tabú
tan bien guardado alrededor de estos genocidios.
Lo que ha sido la
solución después de la II
Guerra Mundial, es en la historia del capitalismo
absolutamente único. Las crisis de la deuda son un negocio demasiado bueno para
renunciar a él, a no ser que resulte inevitable renunciar a este negocio para
asegurar la propia existencia del sistema. Cuanto peor la crisis de la deuda,
mejor el negocio que ofrece cuando resulta que un país ya no puede pagar. En
este caso, al prestamista le pertenece todo lo que hay en el país. Lo podemos
ver hoy en Grecia, donde está en camino un genocidio económico de este tipo.
Eso se va a extender a muchos países más. Al final llega hasta a los países
dominantes, porque el poder económico quiere también un pillaje del propio país
de la misma manera como antes en países extranjeros. Estados Unidos ha
progresado más en este sentido, pero también Alemania tendrá exactamente lo
mismo después de haber acabado con los otros países de Europa.
Si todo eso no es
suficiente, los gobiernos de los países poco endeudados tienen que respaldar
las deudas de los otros para que no quiebre la banca y pueda seguir haciendo su
aporte para el “progreso”. Sin embargo, nos acercamos a un nivel donde de
repente ni la totalidad de todos los gobiernos puede respaldar estas deudas.
Cuando se puede pagar las deudas solamente con nuevas deudas, la deuda total
crece sin ningún límite con la velocidad de la progresión del interés
compuesto. Devoran todo. Inclusive los Estados Unidos se encuentran hoy en
un automatismo tal de la deuda cuyo final nadie puede prever.
Sin embargo, las medidas
que se están tomando son exactamente lo contrario de lo que se hizo frente a la
crisis de la deuda después de la
II Guerra Mundial, pero ni se discute este hecho. Proponer
hoy reaccionar al la actual crisis de la deuda de la manera como se lo hizo
después de la II Guerra
Mundial – por supuesto, sin copiar mecánicamente – es considerado algo de
locos, además de extremista. Quien rechaza estos genocidios económicos es
considerado extremista, y quien los apoya, es moderado y realista en nuestra
sociedad hipócrita.
Para nosotros desde el
punto de vista de esta nuestra sociedad hoy está claro: el capitalismo ya no
necesita un rostro humano y por eso todos los gastos sociales y todas las
consideraciones de una humanización de la sociedad significan dinero botado.
El vaciamiento
de la democracia
Hemos indicado dos elementos
decisivos de la actual crisis. Por un lado, la estrategia de globalización
llegó a ser el obstáculo decisivo para lograr una respuesta frente a las
grandes amenazas para nuestro mundo: la exclusión de partes cada vez mayores de
la población mundial, la disolución interna de las relaciones sociales y la
cada vez más visible destrucción de la naturaleza. Por el otro lado, la total
subordinación de la política bajo el automatismo de la deuda se transformó en
el motor de este proceso destructivo.
Son los países
democráticos, es decir, aquellos países que arrogantemente se presentan como
las democracias modelo, que imponen esta política al mundo entero. Estos países hasta ahora tienen mayorías internas
para esta política y declaran a todos los gobiernos que no aceptan
incondicionalmente esta política, como no-democráticos. Si se someten a esta
política, son democráticos, aunque sus presidentes se llamen Pinochet o
Mubarak. Por lo menos son democráticos en su esencia, aunque no en su
apariencia. Este criterio es el de las democracias modelo, sobre todo de los
Estados Unidos y de Europa. Con este criterio democratizan el mundo.
Pero ¿por qué hay
mayorías a favor de esta deficiencia mental? Brecht decía: solamente los
terneros más grandes y tontos eligen ellos mismos sus carniceros (Nur die
allergrössten Kälber wählen ihre Schlächter selber). Pero se sigue
eligiéndolos. Aunque a veces no.
Se trata de lo que se
llama la soberanía popular, que pretendidamente vale en las democracias modelo:
todo poder sale del pueblo. Sin embargo, esta soberanía popular tiene un punto
problemático. Hoy consiste en que el pueblo declara soberanamente que el poder
económico y, por tanto, el Capital, es el soberano. La cancillera Merkel en
Alemania lo dice: “la democracia tiene que ser conforme al mercado”.
Eso se dice en un lenguaje muy específico. Se dice que el mercado es un ser
autoregulado que no debe ser intervenido por ninguna voluntad humana y por
tanto tampoco por la voluntad expresada en la elecciones del soberano popular. La Unión Europea
entiende eso como el contenido central de su constitución.
Esa precisamente es la
afirmación según la cual el Capital es el soberano que tiene que ser confirmado
por la soberanía popular. Según nuestros apologetas de la soberanía del Capital,
la soberanía popular deja de ser democrática si no afirma esta soberanía del
Capital. En el lenguaje de Rousseau eso significa — aunque no corresponde
completamente a lo que Rousseau dice —, que la voluntad general (volonté
general) es esta decisión de la soberanía popular que declara y asume la
soberanía del Capital y que esta no puede ser cambiada por la voluntad de todos
(volonté de tous). Por tanto, la soberanía popular que no afirma la
soberanía del Capital es antidemocrática, inclusive totalitaria. Sin embargo,
Pinochet y Mubarak son democráticos por el hecho de que imponen la voluntad
general (volonté general), aunque no sean elegidos. Son conformes al
mercado, como lo dice Frau Merkel.
Ese es el vaciamiento
de la democracia, como ha tenido lugar en las democracias modelo. El
pueblo renuncia a su soberanía y la entrega al poder económico, que se hace
presente como Capital. Los métodos para lograr esto, son muchos.
Solamente quiero mencionar dos, que tienen un carácter central: la creación de
la opinión pública en el sentido de una opinión publicada y la amplia
determinación de la política por el financiamiento de las elecciones.
El dominio sobre los
medios de comunicación hoy está casi totalmente en las manos de sociedades de
capital, que son sus propietarias. Estos medios de comunicación se basan en la
libertad de prensa, que es la libertad de los propietarios de los medios de
comunicación. Estos se financian por una especie de subvenciones en la forma de
propaganda comercial pagada, que son pagadas por otras sociedades de capital
principalmente. Cuanto más presuponen los medios de comunicación grandes
capitales, se transforman en instancias de control de la opinión pública y, por
tanto, de la libertad de opinión. Para estos medios de comunicación no hay otra
libertad de opinión que la libertad particular de sus propietarios y sus
fuentes de financiamiento. Esta la garantiza la libertad de prensa.
El derecho
humano no es la libertad de prensa, sino la libertad de opinión de todos y por tanto universal, pero al hacer de la libertad
de prensa el único criterio para los derechos de la opinión en los medios de
comunicación, la libertad de prensa se ha transformado en un instrumento
sumamente eficaz para el control de la libertad de opinión universal. Este
es limitado, aunque solamente en cierto grado, por los medios de comunicación
públicas, en cuanto tengan una autonomía efectiva. Berlusconi como propietario
de la gran mayoría de medios de comunicación en Italia podía expresar hasta con
trompetas su opinión sin casi ninguna contestación. Sin embargo, uno de los
canales de televisión que le hizo la oposición más dura, era un canal de la
televisión pública RAI. No lo podía intervenir, porque tenía una autonomía
asegurada por el derecho. Por otro lado, el presidente Reagan aseguró su poder
en buena parte por su indiscriminada política de privatización de los medios de
comunicación, inclusive con un conflicto durísimo con la UNESCO, a la cual retiró su
financiamiento. Con eso aseguró un dominio incontestado sobre el derecho humano
de la libertad de opinión en los Estados Unidos.
Para los políticos se
trata de un límite serio porque necesitan medios de comunicación para hacerse
presentes ellos y también sus posiciones políticas. Pero la condición para este
acceso para ellos es reconocer el poder económico, por tanto, el capital como
el soberano de hecho.
Una muy parecida
situación se da en casi todos los procesos de elección. Un participante
importante y muchas veces decisivo en las elecciones es el poder económico como
el verdadero soberano. Siempre está, pero su presencia es invisible y la
podemos solamente derivar. Este gran otro está presente hasta cuando él mismo
ni lo sabe. Está presente en las elecciones de los candidatos, en los discursos
y en los medios de comunicación.
Con eso la política
recibe una nueva y muy importante función. Para tener éxito, casi siempre tiene
que representar este gran otro frente a los electores a los cuales
aparentemente siempre representa. Tiene que hacer eso en una forma en la que
aparentemente los ciudadanos deciden ellos mismos por su propia voluntad que
este gran otro es el soberano real. El político exitoso es entonces aquel cuya
representación del gran otro es vivida por los ciudadanos como la propia
decisión de ellos mismos.
Los indignados en
España se dieron cuenta de
este carácter de la democracia vaciada que los dominaba y les quita cualquier
posibilidad de participación. Por eso exigieron “democracia real ya” frente a
un sistema que se presenta, inclusive por medio de la policía, como la
democracia verdadera.
La soberanía popular por
eso no deja de ser algo real y efectivo. Que los ciudadanos tomen
conciencia de la soberanía popular, es el gran peligro para esta democracia de
las democracias modelo. La soberanía popular no es el resultado de una ley
que la reconoce, sino muy al contrario, la ley que la reconoce parte del hecho
de que un pueblo que se sabe soberano y que actúa correspondientemente, es
efectivamente soberano, haya ley o no. Se trata de esta soberanía popular que
nuestras democracias tienen que transformar en soberanía del mercado y del
Capital; pero con eso pueden fracasar y eso temen cuando empiezan
levantamientos populares democráticos.
Estos
levantamientos están hoy en curso y otros se anuncian. Empezamos en 2001 en Argentina.
Paralelamente a eso aparecieron gobiernos de izquierda como en Venezuela,
Bolivia y Ecuador, que rechazan poner la soberanía del mercado y del
Capital en el lugar de la soberanía popular. En la opinión pública publicada de
las democracias occidentales por eso son considerados no-democráticos.
Sin embargo, con una
fuerza muy especial, aparecieron estos movimientos populares en el año 2011 en
la países árabes, sobre todo de África del norte. Eso llevó entonces
al movimiento de los indignados en España del mismo año.
En las democracias
occidentales apareció la voz de alarma. Si se mostraba entusiasmo, casi siempre
no era sino simple palabrería. Sin embargo, tenían que aceptar la
democratización en algunos países árabes. En seguida se ofreció apoyo, pero
este apoyo siempre hizo lo mismo: fundar democracias que ponen la
soberanía del mercado y del Capital en el lugar de la soberanía popular.
Quieren “democracias verdaderas”. Eso parece ser más fácil cuando la rebelión
de los movimientos populares se dirige en contra de regímenes dictatoriales, a
pesar de que estos regímenes dictatoriales siempre han tenido anteriormente el
apoyo casi absoluto de nuestras democracias modelo. Amigos de la libertad como
Mubarak y Kadhafi por eso fueron declarados de un día para otro como monstruos.
Antes eran buenos, ahora resultan malos. Sin embargo, detrás había solamente la
preocupación de crear también en estos países democracias vaciadas como lo
son hoy las democracias occidentales. Se trata de democracias como ya se
han creado en Irak y Afganistán. Y está claro: los movimientos democráticos
rebeldes no quieren para nada democracias modelo como las creadas en Irak y
Afganistan.
A eso siguieron los levantamientos
democráticos en España y, por consiguiente, en el interior de una de
estas democracias modelo occidentales. También este movimiento quiere
democracia. Dejan bien claro que se enfrentan a una democracia, en la cual los
políticos – se trata de casi todos los políticos – hacen la política de los
poderes del mercado y del capital y se hacen los representantes de estos como
los poderes soberanos. En Argentina 2001 estos rebeldes gritaron: que se vayan
todos.
El nombre que se dio
este movimiento en España y que antes ya llevaron algunos movimientos árabes
significa algo. Se llaman indignados. Eso significa que se sienten
como seres humanos cuya dignidad ha sido despreciada y pisada. El mismo sistema
dominante se transformó en un sistema de negación de la dignidad humana.2
Este movimiento se ha
ampliado cada vez con nuevas ampliaciones de su contenido, manteniendo, sin
embargo, su identidad. Eso ocurrió con las protestas en Chile en
contra de la comercialización del sistema de educación y de salud. Lo mismo
ocurrió almismo tiempo en Estados Unidos con el movimiento “Ocupy Wall
Street” y que se está ampliando al mundo entero. Uno de sus lemas era:
stop trading with our future. Pone otra vez la exigencia del reconocimiento de
la dignidad humana en el centro.
Sin embargo, a la vez
presentan sus intereses, pero los presentan desde un punto de vista: de la
dignidad humana. Eso está también en el fondo de los movimientos democráticos
árabes. Seres humanos protestan y se rebelan porque son violados en su dignidad
humana. Y quieren otra democracia porque la violación de su dignidad humana es
un producto de la propia lógica de la democracia vaciada. Estas democracias
occidentales solamente pueden reírse al escuchar las palabras dignidad humana.
Nada de eso existe, ese es el núcleo de esta nuestra democracia vaciada. El
lugar de la dignidad humana lo ha ocupado la consideración del ser humano como
capital humano, porque se cree que eso es “realista”. Sin embargo, nos hace
comprender de qué manera el Occidente vació muy democráticamente la dignidad
humana y la hizo desaparecer. Se trata de la transformación del ser humano en
capital humano y su total subordinación bajo el cálculo de utilidad.
Ciertamente, capital humano no tiene dignidad humana, es máximo nihilismo.
De eso se trata la
rebelión en nombre de la dignidad humana. Y no solamente de la dignidad humana,
también de la dignidad de la naturaleza. Los seres humanos no son capital
humano y la naturaleza no es capital natural. Hay algo como la dignidad. Las
democracias occidentales han olvidado eso desde mucho tiempo. Sin embargo, se
trata de la recuperación de la dignidad humana: el tratamiento digno del ser
humano, del otro ser humano, de sí mismo y de la naturaleza también.
Los indignados no
hablan en nombre de intereses y de la utilidad por realizar. Hablan en nombre
de su dignidad humana encima de la cual no puede haber ningún cálculo de
utilidad. Seguramente, comer da
utilidad. Pero no tener comida no es una baja de utilidad, sino una violación
de la dignidad humana. Eso no puede cambiar ningún cálculo de la utilidad. Sin
embargo, nuestra sociedad es tan deshumanizada, que este horizonte de dignidad
humana casi ha desaparecido con el resultado de que casi todos se interpretan o
se dejan interpretar como capital humano. Lo que tenemos que hacer con la
persona humana, eso nos lo indica el mercado. Y el mercado dice lo que dicen
nuestros banqueros. Y los políticos dicen lo que antes han dicho los banqueros.
Por eso, si el mercado lo indica como útil, en cualquier momento puede empezar
el genocidio. El mercado entonces se transforma en lo que Stiglitz llamó las
armas financieras de destrucción masiva, que hoy hacen su trabajo en Grecia y
en España.
El poder
económico deja morir, el poder político ejecuta. Ambos matan, aunque con medios diferentes. Por eso el
poder político tiene que justificar el matar mientras el poder económico tiene
que justificar por qué deja morir y no interviene en el genocidio dictado por
el mercado. La que sea la justificación, ambos son asesinos. Ninguna de
estas justificaciones es más que la simple ideología de obsesionados.
El asesinato por
medio del dejar morir
La denuncia del
asesinato ordenado por el poder económico tiene historia. En la biblia
judía es expresamente denunciado:
Mata
a su prójimo quien le arrebata su sustento, vierte sangre quien quita el jornal
al jornalero. Eclesiástico, 34, 22
Bartolomé de las Casas
se decide a ser uno de los defensores de los indígenas de América basándose en
este texto que lee y medita y a través del cual se convierte. Resulta que son
los indígenas quienes son víctimas de asesinatos de este tipo. El eclesiástico
denuncia igualmente este asesinato.
Al final del mismo siglo
XVI asume Shakespeare este tipo de denuncia y la pone en la
boca de Shylock, el personaje del Mercader de Venecia:
Me
quitan la vida si me quitan los medios por los cuales vivo.
Esta problemática
aparece de nuevo en los siglos XVIII y XIX. Se comienza a hablar sobre el
laissez faire: Laissez faire, laissez passer. Los críticos lo tomaron
irónicamente: Laissez faire, laissez mourir. Pero especialmente
importante es Malthus que insiste en: laissez mourir en
vez de laissez faire. Adam Smith dice eso mismo de la
manera siguiente:
- “En una sociedad civil, sólo entre las gentes de
inferior clase del pueblo puede la escasez de alimentos poner límite a la
multiplicación de la especie humana, y esto no puede verificarse de otro
modo que destruyendo aquella escasez una gran parte de los hijos que
producen sus fecundos matrimonios… Así es, como la escasez de hombres, al
modo que las mercaderías, regulan necesariamente la producción de la
especie humana: la aviva cuando va lenta y la contiene cuando se aviva
demasiado. Esta misma demanda de hombres, o solicitud y busca de manos
trabajadoras que hacen falta para el trabajo, es la que regula y determina
el estado de propagación, en el orden civil, en todos los países del
mundo: en la
América Septentrional, en la Europa y en la China.”3
(Smith, 1983: 124)
En Adam Smith este dejar
morir es ahora ley del mercado, lo que no es en Malthus. Según
Smith, los mercados siempre dejan morir a aquellos que en el interior de las
leyes del mercado no tienen posibilidad de vivir y así debe ser. Es parte de la
ley del mercado. El equilibrio de la mano invisible se realiza dejando morir a
aquellos que caen en la miseria. Si volvemos a la cita del eclesiástico, eso
significa que el equilibrio se logra por el asesinato de los sobrantes.
Es claro que para Mathus
y Smith la tesis de Eclesiástico, según la cual se trata de un asesinato, no es
aceptable. Sin embargo, Marx insiste en eso y cita en el Tomo I del Capital la
tesis correspondiente de Shakespeare, pero de esta manera también al
eclesiástico, del cual Shakespeare reproduce lo que dice. Por eso también Marx
sostiene que las afirmaciones citadas de Malthus y Smith desembocan en el asesinato.
Es interesante el hecho
de que Smith presenta este dejar morir como consecuencia de una ley del
mercado. Por tanto hay un legislador que condena a la muerte y este es el
mercado.
En esta forma, es decir,
como ley, todo eso sigue válido hoy y lo vivimos precisamente ahora con la
condena del pueblo griego a la miseria a la cual han seguido otras condenas y
seguirán muchas más. El poder económico condena a la muerte por medio del
mercado y ejecuta. Es la ley, es decir, la ley del mercado, que ordena estas
condenas. Con eso da el permiso para matar y los portadores del poder
económico resultan agentes 007.
Esta ley del mercado
tiene dos dimensiones. Una es la de la ética del mercado, de la cual habla Max
Weber. Hayek la sintetiza: garantía de la propiedad privada y cumplimiento de
los contratos. El cumplimiento de los contratos implica el pago de las deudas.
Esta ética del mercado es ética de cumplimiento ciego: no hay razones para
someter sus normas, que todas son normas formales, a un criterio de juicio y de
evaluación. Como dice Milton Friedman, valen por fe en el mercado. Vale un
rigorismo ético absoluto.
Al lado de esta ética
del mercado se trata de leyes del mercado del tipo del dejar morir a los seres
humanos sobrantes, es decir, los que no tienen cabida en el mercado, según la
cita de Smith. Leyes del mercado de este tipo constantemente son inventadas. Hoy
toda la estrategia de globalización se considera ley del mercado que hay que
cumplir ciegamente. Eso vale especialmente para el sometimiento de todas las
relaciones sociales bajo las relaciones del mercado y la privatización en lo
posible de todas las instituciones de la sociedad.
Ambas dimensiones de las
leyes del mercado están íntimamente relacionadas. Una no existe sin la otra.
Tienen en común su destructividad para la conveniencia humana, sea con los
otros seres humanos, sea con la naturaleza entera. Se declara entonces esta
destrucción resultante de destrucción creativa, de la cual hablaba Schumpeter,
usando la expresión destrucción creativa de Bakunin sin citarlo obviamente. No
se puede negar que existe esta destrucción, pero se la hace tolerable por ser
pretendidamente creativa. No pesa sobre la conciencia moral, tanto más cuanto
más ciegamente toda destructividad es declarada creativa. Quien no
puede pagar con dinero, tiene que pagar con sangre. Ese es el principio del
Fondo Monetario y de los bancos.
El caso mayor de estos
genocidios de las últimas décadas ocurrió en Rusia. Dice un autor, basándose en
un análisis de eso en la revista inglesa The Lancet:
- “Observando
que la población “perdió aproximadamente cinco años de esperanza de vida
entre 1991 y 1994” los autores sostienen que semejante degradación de las
condiciones de vida es consecuencia directa de las “estrategias económicas
implementadas para pasar del comunismo al capitalismo”. Las que habían
sugerido, junto con otros, los money doctors franceses.”
Se habían producido
millones de muertes. Pero todo con muy buena conciencia. Tan buena conciencia,
que los medios de comunicación casi no mencionaron este gran genocidio.
Los genocidios que se
anuncian con el plan para Grecia posiblemente llegan a resultados parecidos.
Tampoco se van a publicar mayormente.
La misma ley, en nuestro
caso hoy, la ley del mercado, es transformada en la fuerza del crimen que se
comete. Eso me recuerda a una afirmación de San Pablo:
La
espina de la muerte es el crimen, la fuerza del crimen es la ley. 1 Cor
15,56
La ley se transforma en
la fuerza del crimen y activa la espina de la muerte. La ley soluciona todos
los problemas de una posible mala conciencia de aquellos que cometen el crimen.
Están cumpliendo una ley y por tanto no cometen ningún crimen. Precisamente eso
ha ocurrido ahora con Grecia. El Fondo Monetario, el banco central europeo, el
consejo europeo y los gobiernos de Merkel y Sarkozy son declarados inocentes
del crimen que efectivamente cometen en nombre de una ley que la propia
sociedad burguesa ha promovido. Se trata del corazón de piedra que tiene que
ser cultivado en nuestros ejecutivos para ser capaces de hacer lo que hacen.
Si se actúa de esta
manera, la conciencia moral se da vuelta y se invierte. Se tiene ahora mala
consciencia si no se comete los crímenes. Son ahora un deber en el cumplimiento
de la ley.
Eso dificulta mucho toda
crítica de las violaciones de derechos humanos. Cuando Pinochet estaba
prisionero en Londres por la sospecha de genocidio y de muchas otras
violaciones de los derechos humanos, Magaret Thatcher lo visitó
demostrativamente. Según la opinión de ella, Pinochet había cumplido con la ley
al perseguir violadores de la ley. Toda crítica de las violaciones de los
derechos humanos de esta manera puede ser inmunizada.
Se da inclusive la
posición al revés. Aquel que comete estas violaciones de los derechos humanos,
se siente tan libre de cualquier crimen, que goza de manera sádica los
sufrimientos de aquellos que está persiguiendo. Goza aquello que él considera
como la justicia. De esta manera el ejercicio del poder llega a ser goce del
poder y, al final, goce del sufrimiento de los otros.
En el año 1991, el jefe
de Nestle, Maucher escribió un artículo en la revista de los empresarios
alemanes, en el cual declaró que necesitaba en su empresa managers con “Killerinstinkt”,
es decir, con el instinto para matar.6
No solamente Nestle
necesita “Killerinstinkt” para que resulten sus chocolates deliciosos, todo
servicio secreto también lo necesita. No tendrían torturadores si no tuvieran
personas con “Killerinstinkt”. Killerinstinkt es el instinto de torturadores
que viven en su acción su goce sádico. También la formación de las tal llamadas
tropas de élite es la formación del “Killerinstinkt” en sus miembros. Se han
desarrollado inclusive técnicas para fomentar este instinto. Este
Killerinstinkt es necesario para la fomentación, tanto de la violencia directa,
como de la violencia del dejar morir en nombre del mercado.
Se trata de goce de la
desgracia y del dolor del otro. Se trata de sadismo. El sadismo es el aceite de
la máquina del poder. Este hecho está visible por todos lados, pero casi todo el
mundo se cuida mucho de analizarlo o denunciarlo. Es un secreto a voces.
La alternativa
Este asesinato ordenado
por el mercado jamás es la única alternativa, aunque siempre es interpretada
por los medios de comunicación como tal. Siempre existe la alternativa de la
regulación y canalización de los mercados, como lo era posible después de la II Guerra Mundial, pero
necesariamente es la intervención en los privilegios de aquellos que tienen el
poder económico. Sin embargo, nuestra sociedad vive una tal idolatría del
poder, que esa alternativa no es considerada con el resultado de que toda la
sociedad se ha transformado en asesina y criminal.
Hoy la tarea es
desarrollar una sociedad capaz de regular y canalizar el mercado en un grado
tal, que ya no puede pronunciar condenas de muerte. Esa es la sociedad de la
cual se trata.
Consideraciones finales
Para lo anterior me he
apoyado en un reciente extraordinario discurso de Theodorakis
como también en posiciones de Jean Ziegler. Posiciones de este
tipo en nuestros medios de comunicación son al unísono caracterizadas como
extremismo. Participar en estos genocidios económicos es considerado realismo.
Rechazarlo es extremismo. Así tiene que ser en una sociedad organizada por los
responsables de estos genocidios.
Theodorakis estuvo
presente en el tiempo de la ocupación militar de Grecia por las tropas alemanes
durante la II Guerra
mundial, en la cual se realizó un pillaje de todo el país y el asesinato de
alrededor de un millón de personas. Fue miembro de la resistencia griega y
conoció personalmente las cárceles de la Gestapo. Después
de la guerra, Alemania, que era responsable, no tenía ninguna deuda con Grecia.
De todas maneras, estas deudas eran impagables y, por tanto, fueron anuladas.
Sin embargo, hoy Grecia debe a Alemania también sumas absolutamente impagables,
pero Alemania no anula las deudas, sino exige su pago hasta el último peso. Otra
vez Alemania hará en nombre de esta deuda un completo pillaje de este país y
realizará un genocidio económico sin piedad. Y en Alemania apenas aparece
resistencia frente este escándalo. Una de las pocas excepciones es
Günter Grass, que, sin embargo, fue maltratado por casi todos los
medios de comunicación. Alemania, que una vez se autollamaba el país de los
poetas y los pensadores, destruye sus raíces. Y una de estas raíces es Grecia.
Theodorakis dice en su discurso que ahora está todo el
campo libre para la privatización hasta de la Acrópolis. No tengo
duda de que el capital alemán con gusto es capaz de comprarla y declararla propiedad
de algún banco alemán. Y los filósofos alemanes, ¿van a celebrar este fabuloso
éxito? Y ¿qué dirá Hölderlin?