Pues sí, eso es lo que piensa,
poco más o menos nuestra querida derecha patria de lo que son los
andaluces, después del resultado de las elecciones autonómicas del
pasado 25M. Por ejemplo, lo de respetar na más que lo justito y lo preciso, por decirlo generosamente, la decisión soberana del pueblo andaluz. ...Ya sabemos, que si el voto del miedo, de la subvención, de las
prebendas, del amiguismo... vamos, un voto asquerosito, hablando mal y
pronto.
Cuelgo para que leais un artículo bastante interesante de
José María Izquierdo, en el que se recoge poco más o menos todo lo que
en estos días se ha dicho en los medios afines a esa, nuestra querida
derecha patria, sobre el voto andaluz y sobre los andaluces.
Ahí va el
artículo:
Sobre vagos, corruptos
La prensa de la derecha insulta a los andaluces "por votar lo que no debían" en las autonómicas
No es usual insultar a los votantes en los análisis de voto de
cualquier elección. Los analistas políticos suelen centrar sus
comentarios en la capacidad demostrada por los candidatos. Lo lógico es
oír o leer que A ha sido un mal candidato y ha hecho una mala campaña o
su oferta era mala, mientras que B lo ha hecho mejor u ofrecía una
alternativa más creíble, más afín a los votantes. Porque tiene su aquel
acusar a los votantes porque han ejercido el voto de una u otra manera. A
quién se le ocurre, vienen a decir quienes así razonan, depositar el
voto para aquellos que ustedes han elegido, cuando debían haberlo hecho a
favor de este otro, que era el nuestro. Y como nosotros no nos
equivocamos, son ustedes lo que están en el error. Y han votado de esta
manera, además, porque son ustedes unos vagos, unos corruptos y unos
mafiosos. Así ha sido, exactamente así, la reacción de una parte muy
importante de la derecha ante el resultado de las elecciones andaluzas. Y
su prensa, la que ha estado durante meses haciendo la campaña electoral
a Javier Arenas, ha reaccionado de esta forma ante lo que un reputado
columnista del Diario de Cádiz, Rafael Sánchez Saus, llamó el “vómito de las urnas” del domingo 25 de marzo. Es lo que tiene ser demócratas y liberales.
No recuerdo que ante las autonómicas de la Comunidad Valenciana y el refuerzo de la mayoría del PP, con todos los casos gúrteles
en candelero, por ejemplo, alguien haya acusado a los ciudadanos
valencianos de ser tan corruptos como los acusados, gentes que no saben
diferenciar a los políticos honestos de los deshonestos o, mejor aún, de
vivir tan contentos hozando en la inmundicia y la desvergüenza. Pero es
que los andaluces son distintos, gente de escasa formación, iletrados
en su mayoría, acostumbrados al hambre y que suelen obtener los
mendrugos para sobrevivir gracias a que el Señor les ha dotado de un
duende especial para el cante, el baile y la torería. Ya lo dice un
conspicuo comentarista de tertulias variadas en El Mundo, Salvador Sostres: “Cada pueblo da lo que da, y los andaluces quedaron bien retratados el pasado día 25”.
Porque, ¿cómo se vive hoy día en Cádiz, Málaga, Sevilla? Un antiguo
socialista, Antonio Guerra, que lo fue en sus años mozos, hoy afirma que
“si no fuera por Cáritas, Andalucía sufriría una situación de hambruna
callejera”. Otro comentarista, Hermann Tertsch, en Abc, ve así el
panorama, que según él, se vive con “la pobreza irreversible, el paro
irremediable, la desidia, la ignorancia, el fracaso escolar, la falta de
expectativas, el deterioro general del entorno, los rasgos inequívocos
de la miseria”. Por eso el director de El Mundo, Pedro José Ramírez,
esperaba en la mañana del día 25 que el pueblo andaluz remontara “el
estercolero de inmundicia que le ha legado el PSOE”. O que el conocido
columnista de Abc, dueño de un gracejo fácilmente descriptible,
Antonio Burgos, dudara la misma mañana “si hacia las 9 o las 10 de esta
noche tengo que avergonzarme como andaluz o no, porque los gobernados
sean tan corruptos como sus gobernantes”.
Así que entonces, ese pueblo andaluz, votó lo que no debía, tan
alegre de seguir en la cochiquera, que es su sitio natural. Un sevillano
de pro, Ignacio Camacho, escribía esto en Abc: “Ese trantrán
conformista ha devenido en una especie de seña de identidad colectiva
(…), los ciudadanos se dejan mecer en una enorme hamaca de
proteccionismo clientelista y no quieren que nadie los despierte con
sacudidas aventureras”. Ya ven, unos vagos tumbados en la hamaca y
viviendo de la sopa boba. Más o menos lo que opinaba un comentarista
habitual de El Mundo, Santiago González: “Cabe la posibilidad
de que haya todavía una masa de votantes que no ha perdido la esperanza
de verse beneficiado en esa versión moderna de la multiplicación de los
panes y los peces que ha sido el milagro de los ERE”. Más sopa boba, al
parecer. Lo que corrobora otro articulista, Emilio Campmany: “Y han
[votado así] porque esperan seguir recibiendo las migajas de ese sistema
clientelar que los socialistas montaron en Andalucía porque no les
importa que, con tal de seguir recibiéndolas, los del PSOE se quedan con
la parte del león”.
Los ultraliberales de Libertad Digital también tienen su
explicación. “Andalucía, una Sicilia sin luparas pero con padrinos en
cada capital de comarca cuya perentoria desinfección sanitaria habrá de
esperar otros cuatro años más”, dice uno. O, todavía mejor, lo que
escribe un segundo: “La andaluza es una sociedad que no ha carecido de
(…) grandes valores, pero, por desgracia, fueron reduciéndose a su
mínima expresión, después de 32 años de un sistema político basado en la
reducción de la pluralidad humana a una multiplicidad animal”.
Todo este estiércol lanzado a la cara de los andaluces parte, como
ellos bien saben, de mentiras basadas en datos falsos. Porque no es
cierta esa complacencia del electorado con la presunta corrupción
socialista. De 2008 a 2012 el PSOE ha perdido medio millón de votos y
nueve escaños. Ahí es nada. Lo que pasa es que el PP, en el mismo
periodo, ha bajado 200.000 votos y solo ganó tres escaños. O sea, que
esos pancistas andaluces castigaron al PSOE. Pero no les dio la real
gana de premiar al PP. Los culpables, a lo mejor, no son los votantes.
Fuente: José María Izquierdo, en el País