Fuente: Fernando Fernández Román
Se llama Luis Maldonado
Fernández de Teja y está cabreado. Mucho. Tanto, que no ha podido
resistir por más tiempo los (al parecer) ignominiosos planteamientos que se
barajaban para confeccionar el cartel de toros de este año para la tradicional
corrida del bellísimo lugar donde reside, y ha estallado. ¡Qué manera de
largar, santo cielo! El señor Maldonado es el alcalde electo de la muy noble
villa de Almagro, provincia de Ciudad Real, convertida en
ciudad toda ella y declarada conjunto histórico, por la riqueza patrimonial de
sus monumentos y por la tradición cultural que atesora. Quien
haya tenido la feliz idea de visitarla, vuelve, con toda seguridad. Almagro forever,
sí, señor.
Resulta que el alcalde de
Almagro, cual epígono del calderoniano de Zalamea se he echado para adelante y
ha decidido plantarle cara al establishment taurino, harto ya de su
prepotencia y de los abusos perpetrados por los sectores profesionales que
pululan en su derredor, a través de un texto, bando, pregón o toque de
rebato, como quieran llamarlo, que ha encendido el pelo a más de uno. No
se corta un pelo, el tal Maldonado, y al igual que su homónimo comunero
salmantino se ha puesto a rebanar cabezas imperialistas, esta vez bajo el yelmo
de “los taurino”. De su comunicado incendiario
entresacamos algunos párrafos: “… las malas prácticas que se vienen
sucediendo en torno al negocio de los toros han hecho imposible que este 25 de
agosto el coso de la Cuerda abra sus puertas… unas prácticas poco ortodoxas por
parte de toreros, empresarios, ganaderos… han venido desprestigiando los
festejos en aquellas plazas que no están en el circuito de las grandes ferias…
ganado falto de trapío, matadores que no dan todo de sí mismos, los empresarios
que quieren jugar con ventaja y, al final, el aficionado que sale de la plaza
asqueado porque se siente engañado…” Fin de la cita (frase de
moda).
Lee uno esto, firmado por la
primera autoridad municipal de una localidad deslumbrante, como es Almagro, y
lo primero que se le viene a la mente es decirle “chócala, macho, ya era hora
de que alguien pusiera las cosas en su sitio”. Y eso es lo que ha ocurrido,
sobre todo en la Red, donde tuiteros, blogueros y demás se han puesto las botas
repartiendo elogios, bouquets y alientos a este insólito comunero. Estoy
completamente de acuerdo con el alcalde, con el aficionado Maldonado, con el
“buen aficionado” don Luís, que, probablemente, será para él un título mucho
más importante y valioso que el que le proporcionaron unos miles de votos. ¿O
no? Si para confeccionar el cartel de una corrida de toros hay
que “tirar“ de las arcas municipales, pongamos pie en
pared. Solo faltaría. “los ayuntamientos no están para financiar
negocios, y menos en estos momentos” ¿Quién puede ponerle un pero a esta
declaración de intenciones? ¿Qué me cuesta a mí ponerme a favor de corriente y
echarle flores al máximo mandatario almagreño? ¡Acabemos con los golfos de una
vez! (Ovación cerrada de fondo).
Pero tente, corazón. Dale cancha
al raciocinio. Veamos: ¿no era éste Maldonado el mismo alcalde que
alardeaba hace cuatro años del cartel que integraban Morante de la Puebla, El
Cid y Miguel Ángel Perera con toros de Santiago Domecq, sentenciando que “hacía
honor a la plaza de toros de Almagro“? ¿No se frotó las manos cuando se
contrató al año siguiente a Ponce, Manzanares y otra vez a Perera? ¿Fue
entonces cuando se produjeron aquellos hechos bochornosos que ahora denuncia?
¿Por qué no lo hizo en su momento y al instante, por este mismo y demoledor
procedimiento? ¿Qué lugar ocupaba en la plaza en día de la corrida, y dónde
ubicaba en la misma a sus invitados?
Miren, he repetido hasta la
saciedad que me parece poco edificante y lesivo para la fiesta de los
toros y, sobre todo, para el curtimiento de nuevos valores la proliferación de
las primeras figuras del toreo en plazas de tercera, cuando no cuarta categoría.
Ya sé que en la de Almagro (tercera) han actuado los primeros espadas de todas
las épocas del toreo, pero eran otros tiempos. Los toros entonces eran el
principal espectáculo lúdico de los españoles. Las gentes del campo de Calatrava iban
a Almagro a ver a Domingo Ortega, Manolete, Pepe
Luís, etcétera, etcétera, porque no podían verlos en Madrid, ni
siquiera en Ciudad Real o Aranjuez. Y allí
toreaban las figuras, por supuesto, pero… con “el toro de Almagro”, no se
equivoquen. Aquello me parece bien y esto de hoy me parece mal, tan mal
como los despropósitos y corruptelas de empresarios de medio pelo que
no se arruinan porque no tienen de qué arruinarse. Y no pagan a nadie. Y
revolotean los pagarés de papel mojado. Eso sí que es una vergüenza, por mucho
que un alcalde presumiera de cartel. En Almagro, como en otras plazas
de la misma categoría (repito, tercera), dar una corrida de toros con cierto
“caché” sin el amparo de una subvención es ruina segura. Pregunten a Cañas, Barba o Eventauro,
últimos empresarios del coso de Almagro cómo les fue la aventura. ¿Saben
cómo se arregla esto? Dando novilladas que conciten el interés del público y a
la vez sean apoyadas aunque solo sea publicitariamente y aliviando de
tasas a los organizadores. A lo mejor se llenaba la plaza y el espectáculo
creaba nuevas expectativas y nuevos aficionados. Pero, no. El alcalde, el “buen
aficionado” Maldonado, quiere que las grandes figuras vengan a torear a la
ciudad que gobierna, porque –dice- es un “lujo” para la historia del toreo.
Hombre, desde luego como monumento global, Almagro es un “lujo” para este país,
pero en cuestión taurina, no tiene mayor historia que otras ciudades,
villas o pueblos de la extensa y taurinísima comarca de Castilla-La Mancha,
donde también es fama que acudieron a torear las más grandes figuras de la
tauromaquia de su época, incluso alguno se dejó la vida en una de sus arenas, aunque
bien es cierto que “lo de Cagancho en Almagro“ ha
llegado hasta nuestros días como referencia de fracaso estrepitoso. Las
cosas han cambiado, alcalde. Mal que le pese, que le pesa. Dar una corrida de
toros con un cartel de figuras en plazas de tercera categoría, además de un
despropósito por parte de los actuantes es una ruina anunciada. ¿Quién le
ampara al empresario osado y pendenciero que decide entrar en semejante
empresa, en plan kamikaze? Comprendo que a usted, como “buen aficionado”, le
gustaría rozarse en el callejón de su plaza de toros con Morante, Cid, Ponce,
Manzanares, Perera, Hermoso de Mendoza, Ventura,
etcétera, mientras observa el cemento que enseñan los tendidos. Y todo esto, ¿a
costa de qué? O mejor, ¿a costa de quién? ¿Y con qué tipo de toro? Insisto en
que su denuncia me parecería impecable si la hubiera hecho el primer
día que llegaron las figuras del toreo a Almagro bajo su vara de mando y
comenzó a ver los desmanes que ahora destapa. Ése era el momento de
derribar el castillo de naipes. Pero usted, alcalde, entonces no hizo ningún
comunicado al respecto. Ahora, al ver que los carteles que “se
barajan” no tienen la categoría que usted le otorga (y hace bien) a
su plaza y a su ciudad, y que los empresarios que se arriman a la Alcaldía le
piden ayuda tangible (como tantas otras veces), pone el grito en el cielo, no
le gusta el juego y rompe la baraja. Demagogia, no, por favor.
Dejemos las cosas claras: toros
sí se podían dar este año, y los sucesivos, en Almagro. Un cartelazo, en
cambio, es inasumible, por carestía, por aforo y, sobre todo, porque el público
no acude a ver a estos toreros a precios astronómicos. Lo siento, don Luís,
pero su pataleta me ha recordado a la del niño que ve frustrado un
codiciado regalo de Reyes, porque la economía familiar no da para dispendios, y
entonces amenaza con tirar de la manta: “¡pues ahora voy y digo a
todo el mundo que los Reyes son los padres!” (Como si no lo supiéramos).